Serie ¿Adónde fue a parar Rio 92? ¿Adónde va Rio+20?
El periodo que separa a Rio 92 de Rio+20 vio el surgimiento de la cultura de la responsabilidad social empresarial, que abarca iniciativas de las empresas privadas que puedan beneficiar sus empleados y a la comunidad, en torno a valores y causas como la sostenibilidad de las actividades productivas y la preservación del medio ambiente.
En Brasil, uno de los personajes centrales para el desarrollo de ese concepto fue el ingeniero eléctrico Oded Grajew, que inició su vida empresarial en la década de los setenta, con una innovadora y pionera fábrica de juguetes y juegos inteligentes para niños y adultos. En la década siguiente, la del regreso de la democracia a Brasil de Brasil, se dedicó al asociacionismo empresarial y a aproximar el mundo corporativo a los movimientos sociales al fundar y coordinar la organización que bautizó como Pensamento Nacional das Bases Empresariais (Pensamiento Nacional de las Bases Empresariales, PNBE).
En la actualidad se dedica, entre otras actividades, al Foro Social Mundial y al Consejo Asesor del Pacto Mundial, un programa desarrollado por el ex secretario general de la ONU, Kofi Annan, que busca movilizar a la comunidad empresarial internacional en la promoción de valores fundamentales en el ámbito de los derechos humanos, las relaciones laborales y el medio ambiente.
Con esos antecedentes y su trayectoria de militancia, Oded Grajew es consciente del papel central de la clase empresarial en favor de la conservación del medio ambiente y espera que Rio+20 ayudará a poner en las agendas brasileña e internacional «todas las cuestiones relacionadas con la sostenibilidad». Vea a continuación los principales pasajes de la entrevista que concedió a WWF.
¿Qué hacía usted cuando se celebró Rio 92?¿Recuerda algún episodio especial que marcara aquella conferencia?
En aquella época yo trabajaba en la fundación Abrinq (Asociación Brasileña de Fabricantes de Juguetes), tenía el PNBE (Pensamiento Nacional de las Bases Empresariales) y no participé en Rio 92. Dos cosas que recuerdo: que en aquella época yo era coordinador general del PNBE, y que fue la única organización empresarial que participó en el proceso de movilización a favor del proceso de destitución del entonces presidente de la República, Fernando Collor. El medio ambiente era algo muy nuevo en Brasil por aquella época, y todos los debates en Brasil se centraban en las cuestiones sociales, en la crisis económica y en la política.
Veinte años después, a las empresas ahora les preocupa la sostenibilidad, por lo menos en su discurso. ¿Se ha convertido la sostenibilidad en un valor?
Sí. Antes no existía la expresión «responsabilidad social corporativa» y mucho menos su concepto y su cultura. Lo máximo que existía era una cultura de la filantropía en las empresas, en que destinaban algunos recursos a algún proyecto social. En la actualidad esa cultura ya es una realidad, y no existe ningún empresario mediano o grande que no tenga un discurso sobre la responsabilidad social y la sostenibilidad, pues ambas van de la mano. Una empresa socialmente responsable es una empresa que procura crecer de manera sostenible. Y sigue habiendo diversos grados de participación y compromiso de las empresas: hay quienes se quedan en el discurso, las que tienen algún proyecto más filantrópico social y las que están en la vanguardia, que incorporan la responsabilidad social o la sostenibilidad en sus instrumentos de gestión. Existen diversos grados de compromiso.
¿Qué espera de la conferencia Rio+20?
En primer lugar, en cuanto los gobiernos, a los acuerdos gubernamentales, espero muy poco, pues muchos gobiernos importantes, especialmente los de Europa y Estados Unidos, están mucho más preocupados por la crisis financiera y la crisis económica y les cuesta mostrar un compromiso hacia la sostenibilidad. En segundo lugar, algunos países importantes, como Alemania, Francia y Estados Unidos, acabarán de celebrar elecciones o estarán en pleno proceso electoral, con la consiguiente incertidumbre respecto a propuestas de cambios importantes en el modelo de desarrollo. Además, todo el proceso de acuerdos requiere unanimidad, por lo que todo suele acabar reduciéndose al mínimo denominador común. Así que, en cuanto los gobiernos, mis expectativas son muy bajas.
Sin embargo, la conferencia será importante, porque ayudará a introducir en las agendas brasileña e internacional las cuestiones relativas a la sostenibilidad, con lo se avanzará hacia una mayor toma de conciencia, información y preocupación de la sociedad por esas cuestiones tanto en Brasil como en el resto del mundo, pues tendrán un amplio tratamiento en los medios de comunicación, y eso ayudará a avanzar hacia una mayor participación de la sociedad civil y las empresas. También será muy importante la visibilidad que se otorgará a los que ya hacen cosas o están a la vanguardia, aplicando la concepción más moderna de sostenibilidad.
¿Veremos en Rio+20 muchos ejemplos de empresas comprometidas de todo el mundo?
Sí, sin duda. Algunas empresas lo usarán como marketing, y no tendrán gran cosa que mostrar; otras tendrán iniciativas interesantes que mostrar, con un compromiso más completo; habrá de todo. Las empresas se han dado cuenta de que es importante mostrar qué están haciendo en términos de responsabilidad social, e intentar mostrar eso como forma de distinción, y surgirán muchas exigencias. Diversos movimientos sociales presionarán para que se avance más rápidamente, para que los gobiernos, la sociedad y las empresas se comprometan más para con la sostenibilidad.
¿Pueden considerarse esas experiencias empresariales de éxito un legado de Rio 92?
Sí, ciertamente. Veinte años son muchos años y han pasado muchas cosas. Con los medios de comunicación actuales, la información circula mucho más rápidamente y la sociedad se informa y conoce mucho más sobre todo, también sobre las empresas. El sector empresarial es muy importante en la sociedad, tiene mucha visibilidad, muchos recursos financieros y económicos, y tiene mucho poder sobre los medios de comunicación, pues es un anunciante muy importante y financia campañas electorales y a políticos. Así, la sociedad mirará cada vez más hacia las empresas y aumentarán las exigencias y expectativas respecto a ellas. Como este sector tiene mucho poder y muchos recursos, la sociedad demanda una gran responsabilidad y de la misma manera se moviliza en relación a las empresas, tanto para hacer presión sobre ellas como para rechazarlas o apoyarlas.
¿Qué opina sobre el texto de base de Rio+20?
Lo que llama la atención es que hay una falta de sincronismo con la urgencia actual de repensar el modelo de desarrollo y el compromiso real, la visión de los gobiernos sobre lo que debe hacerse. Es un texto muy pobre en cuanto a lo que se espera que hagan los gobiernos y su visión respecto a lo que debe hacerse. No es un texto que ponga en cuestión fundamentalmente el modelo de desarrollo que nos ha conducido al estado actual del mundo. Y también se echan en falta compromisos concretos con el modelo de desarrollo sostenible.
¿En qué medida es viable la estructuración de la llamada «economía verde»?
Cuando uno se propone traducir el discurso en acciones concretas, hay que asumir compromisos con los cambios, establecer metas y valores. Un ejemplo de compromiso con un cambio serio, aquí en Brasil, fue someter a votación en el Congreso la propuesta de enmienda constitucional 52/2011, que establece la obligatoriedad de que el presidente de la República, los gobernadores y los alcaldes establezcan metas para sus gestiones basadas en el desarrollo sostenible. Según dicha propuesta, noventa días después de asumir el cargo, tienen que presentar metas y cifras acerca de todos los ámbitos de la gestión pública y de todas las regiones que estén bajo su gobierno.