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Alimentación variada para un mundo biodiverso

Con cada alimento que consumimos podemos contribuir a la conservación de la biodiversidad sin saberlo. El poco consumo de algunas especies de alimentos y los monocultivos han conllevado a la pérdida de la agrobiodiversidad.




*Contenido originalmente publicado en BIBO

¿En qué pensamos cuando hablamos de biodiversidad? Tal vez se nos viene en mente la infinita variedad de especies de plantas, animales, hongos, ecosistemas y otros complejos ecológicos que conforman aquello que denominamos “naturaleza”. Pero ¿qué tiene que ver nuestra alimentación con la pérdida de naturaleza?

Empecemos hablando sobre la “agrobiodiversidad”, aquella unión entre todos los elementos de la diversidad biológica cultivada que se han desarrollado gracias a las actividades agrícolas humanas. En otras palabras, la amplia variedad de especies y tipos de alimentos que han surgido gracias a su adaptación a condiciones climáticas específicas y a las prácticas agrícolas que han desarrollado por años campesinos, ganaderos y pescadores. Ejemplo de ello son las 5000 variedades de papas que existen en el mundo o las 400 especies de frutas que alberga nuestro país.

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Seguridad alimentaria y agrobiodiversidad


La agrobiodiversidad es fundamental en muchos sentidos. Desde el punto de vista social, la existencia de varias especies de plantas y animales nos ha permitido producir y garantizar alimentos en condiciones climáticas adversas, además hace resilientes a los sistemas alimentarios frente a otras eventualidades, tales como plagas, sequías, inundaciones o enfermedades.

La razón de esto está en las características genéticas de las diferentes variedades de plantas o animales que hacen parte de la alimentación humana. Es decir, cada variedad posee una composición genética única que la hace apta para ciertas condiciones ambientales. En este sentido, entre más variedades de plantas o animales haya, más posibilidades hay de que algunas de ellas se adapten a nuevas o adversas condiciones.

Por eso, la agrobiodiversidad es crucial para garantizar la seguridad alimentaria de las poblaciones. Si cultivamos y producimos pocas variedades de alimentos, somos altamente vulnerables a que cualquier evento adverso, sea una plaga o un cambio en las condiciones climáticas, afecte la disponibilidad de alimentos. Un famoso ejemplo de ello fue la Gran Hambruna Irlandesa, donde un parásito arrasó con todos los cultivos de papa en Europa, ¿por qué? ¡Porque dependían de una sola variedad!

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Por otro lado, la agrobiodiversidad también está relacionada con la riqueza cultural de las sociedades y poblaciones. La agrobiodiversidad, expresada en la variedad de especies nativas de alimentos que se cultivan, sustenta unos conocimientos tradicionales, unos modos de vida rurales y unas formas de producción locales.

Estas forman parte de la identidad y de la seguridad alimentaria, pues la diversidad genética en nuestros alimentos nos permite acceder adecuadamente a las vitaminas, los minerales y los ácidos grasos necesarios para vivir. ¿Dónde podemos encontrar estos nutrientes? En las múltiples especies y variedades de plantas, animales y microorganismos que nos proveen alimento.

De modo que los beneficios socioculturales de la agrobiodiversidad son fundamentales para nuestra salud y para garantizar el acceso a la alimentación. Sin embargo, ¿qué sucede con el medioambiente?
 

Diversidad alimentaria para un planeta sano



En los últimos 50 años se han producido alrededor de 32 especies de papa gracias a los distintos pisos térmicos de nuestro país. La Argentina, la Yema de Huevo, la Salentuna son algunas de ellas. © Esteban Vega LaRotta

La agrobiodiversidad no es solo vital para las personas, sino también para el equilibrio de la naturaleza. Según la FAO, la biodiversidad en los alimentos y la agricultura proporciona múltiples servicios ecosistémicos que incluyen la polinización, la regulación del clima, el mantenimiento de las fuentes de agua y el control de plagas y enfermedades. A su vez, la agrobiodiversidad puede ayudar a reducir la presión de la agricultura sobre hábitats frágiles o sobre especies en peligro de extinción.

Todos nos beneficiamos de la agrobiodiversidad, sin embargo, hay un actor fundamental en el medioambiente que depende de su existencia, y es el suelo. Si no se cultivan distintos alimentos con diferentes nutrientes, no van a surgir los microorganismos necesarios para proteger al suelo de enfermedades, y a las plantas de contraer patógenos. La diversidad en las plantas y los cultivos protege a los suelos de la erosión y les brinda materia orgánica, fuente principal de energía para todos los organismos. Esto les permite continuar reteniendo agua, almacenando carbono y controlando la temperatura atmosférica.

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Por todas estas razones, la pérdida de la agrobiodiversidad puede ser perjudicial para los suelos, y con ello, para el bienestar del planeta, pues este depende de procesos como la descomposición, la retención y el ciclo de  nutrientes. Así que cultivar distintos alimentos ayuda a conservar los ecosistemas y la biodiversidad de las especies.
 

Amenazas alimentarias


La relación entre lo que comemos y la pérdida de biodiversidad a nivel mundial se da a lo largo de todo el proceso de producción alimentaria. Comenzando por la transformación de ecosistemas naturales en tierras de cultivo, miles de especies se quedan sin los hábitats que permiten su existencia. Sin embargo, un aspecto poco
tratado se encuentra en la dependencia que tenemos de algunas especies de frutas, verduras y tubérculos, y el desaprovechamiento de otras especies que pueden ser fundamentales para el equilibrio ambiental.

A pesar de que se han descubierto entre 20.000 y 50.000 plantas comestibles, solo entre 150 y 200 son consumidas regularmente por los humanos. Esta situación se agrava en el contexto colombiano, pues su gran vocación agrícola y la disponibilidad de alimentos casi todo el año está siendo desaprovechada. Tenemos una gran riqueza de frutas, verduras y leguminosas, gracias a nuestra variedad de climas y suelos, pero no lo aprovechamos lo suficiente. Colombia produce cerca de 6 millones de toneladas de frutas al año, superando a Ecuador y a Perú, pero tiene un mayor potencial.

A nivel mundial el 75% del suministro de alimentos proviene de solo 12 especies de plantas y cinco de animales. Apenas tres alimentos (arroz, maíz y trigo) constituyen casi el 60% de las calorías provenientes de plantas en toda la dieta humana. Es decir, que a pesar de que haya casi 6000 especies de plantas terrestres domesticadas, la producción agrícola está siendo acaparada por un pequeño porcentaje de estas.

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Entonces, ¿qué podemos hacer? Podemos comenzar por elaborar un menú más variado y, cuando vayamos a mercar, arriesguémonos a comprar alimentos que no compramos frecuentemente. Si millones de personas comemos todos los días lo mismo, se necesitan miles de hectáreas de un solo cultivo para cubrir la demanda. Además de dañar los suelos y los hábitats naturales, con ello ponemos en riesgo la seguridad alimentaria de las futuras generaciones.

Sin embargo, para mitigar la pérdida de agrobiodiversidad no basta con comer variado, sino que falta diversificar los cultivos por medio de su intercalación o rotación.

Aquí te dejamos algunos tips para que empieces a comer más variado:
  1. Si sembramos en una temporada papa nativa, luego plátano y después frijol, hacemos que los suelos obtengan diversos nutrientes. Así que procura consumir distintos alimentos en tu día a día.
  2.  Al ir a la plaza de mercado pregunta por los productos de temporada y aprovecha para probar e incorporar nuevos alimentos a tu plato.
  3. Acércate a productores agroecológicos para que te muestren qué variedades de banano, lechugas, tomates, etc. hay disponibles para tu consumo.
© Martin Harvey / WWF
El consumo de más frutas y verduras trae beneficios para la salud de los humanos y del planeta.
© Tomas Vierus/ WWF
La transformación de ecosistemas en tierras de cultivos ha contribuido a la pérdida de la biodiversidad, dejando sin hogar a diferentes especies.

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