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Serie ¿Adónde fue a parar Rio 92? ¿Adónde va Rio+20?

 Entrevista Ministra Izabella Teixeira

 Entrevista Ministra Izabella Teixeira

La bióloga Izabella Teixeira es la ministra de Medio Ambiente de Brasil desde hace dos años, tras haber sido secretaria ejecutiva entre 2008 y 2010 cuando era ministro Carlos Minc.

Es funcionaria de carrera del IBAMA (Instituto Brasileño de Medio Ambiente y de los Recursos Naturales) y doctora en Planificación Ambiental, y actuará como una de las anfitrionas de Rio+20 junto con los diplomáticos brasileños.

Entre sus expectativas para la conferencia se encuentra que la ONU construya unos Objetivos de Desarrollo Sostenible, «un conjunto de metas que deban alcanzar todos los países, considerando sus niveles de desarrollo y características sociales», en torno a temas de este siglo XXI como la energía, los recursos hídricos, la seguridad alimentaria, la producción y consumo. Vea a continuación la entrevista concedida a WWF por escrito.

¿Qué hacía usted cuando se celebró Rio 92? ¿Recuerda algún episodio especial que marcara aquella conferencia?

Participé como funcionaria pública. Soy del IBAMA y he pasado numerosos periodos en la administración pública en cuestiones de medio ambiente, tanto en Rio de Janeiro como en Brasilia, donde ahora soy ministra. En la conferencia de Rio 92 nos movilizaron a todos, pues, antes de que el desarrollo sostenible tuviera la adhesión que vemos hoy en todos los sectores, el medio ambiente prácticamente solo les interesaba a los ambientalistas, a los técnicos que actuaban en esa área y a algunos investigadores universitarios. Además de los inspiradores documentos que figuraban en la agenda, tuvimos un líder carismático y entusiasmado, que fue el secretario general de la conferencia, Maurice Strong. Lo que más me sorprendió en aquel momento fue la manifestación del llamado Foro Global Paralelo, que formaron las ONG en el Parque de Flamengo. Nunca se había visto algo así en Brasil. Participaron todas aquellas tribus de la sociedad civil mundial, que se dejaban ver en la primera conferencia mundial sobre medio ambiente. Me impresionó mucho cómo se organizaron e influyeron en el proceso, cambiando para siempre la forma de las conferencias de la ONU, que a partir de entonces pasaron a incluir a los denominados major groups, segmentos destacados a quienes invitaron a participar en los debates y en los acuerdos. Así fue como cobró importancia el movimiento de defensa del bosque atlántico, así como el «Planeta Fêmea», el espacio en que se trató la cuestión del género en aquella conferencia. A pesar de la diversidad de ideas, propuestas e iniciativas, la participación de la sociedad civil se canalizó y orientó hacia objetivos, creencias y esperanzas comunes. Fue un momento de optimismo que marcó para siempre la actuación de los ambientalistas. Fue histórico.

¿Qué países tuvieron una participación más destacada en Rio 92? ¿Cómo fue la participación de los países de América Latina?

Los resultados de Rio 92 fueron fruto del esfuerzo conjunto de los países participantes. Fue la conferencia de Naciones Unidas con mayor número de jefes de Estado de las realizadas fuera de la sede de la ONU en Nueva York de toda la historia. Eso pone de manifiesto la importancia global que los países atribuyeron a los debates en curso. Por eso, resulta difícil destacar algunos países en particular; fue un momento de madurez global en torno a los objetivos que debían alcanzarse en aquella cumbre. Pero también apuntaron algunos sentimientos de «Norte y Sur» y, por ejemplo, los países de América Latina redactaron un documento titulado «Nuestra propia agenda», para señalar la resistencia de los países desarrollados que, en aquel momento, no querían hablar de pobreza, solo de los bosques. Me gustaría subrayar que el papel de Brasil fue mucho más allá que el de un mero anfitrión, y destacó particularmente en la creación de consensos y en la mediación en los conflictos para la obtención de resultados. También es importante destacar que la configuración geopolítica actual es completamente diferente. Además de que se ha profundizado la globalización, los países emergentes, como Brasil, en aquella época eran países en desarrollo, y en muchos no había ministerios de medio ambiente o instancias similares. En relación a Estocolmo-72, Rio 92 consagró el concepto de desarrollo sostenible, y además de involucrar a la sociedad civil, movilizó también a la comunidad empresarial, con lo que se introdujo el debate económico, que no era central en las discusiones de aquella década.

¿Cuál fue el principal legado de la conferencia de Rio 92?

Rio 92 nos dejó un rico legado, no solo en cuanto a sus deliberaciones, sino respecto a su proceso de construcción. En esa conferencia se establecieron tres de los principales marcos internacionales sobre desarrollo sostenible y medio ambiente: la Convención Marco sobre el Cambio Climático, el Convenio sobre la Diversidad Biológica (CDB) y la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación en los Países Afectados por Sequía Grave o Desertificación.

Además de esas convenciones, el Programa 21 y la Declaración de Rio, ambos adoptados en esa conferencia, fueron esenciales para la consolidación del concepto de desarrollo sostenible y continúan siendo una referencia para las principales negociaciones internacionales. Ese fue el comienzo de una nueva era del orden multilateral para el desarrollo sostenible. En lo tocante a los procesos, Rio 92 mostró una gran comprensión internacional acerca de la importancia del sistema multilateral de las Naciones Unidas como un mecanismo para resolver los principales problemas mundiales, una importancia que hoy, 20 años después, parece haberse rebajado. Además, Rio 92 abrió espacios hacia una nueva forma de trabajar los asuntos internacionales a partir de un diálogo más intenso con los actores no gubernamentales. La participación de la sociedad civil en los debates se intensificó, y desde entonces no ha dejado de crecer su influencia en la toma de decisiones.

Entre las resoluciones de la conferencia, ¿hay algún ámbito en que no se hayan registrado avances?

En este momento se está evaluando en qué puntos avanzamos, en cuáles no y por qué razones. Es innegable que el gran compromiso político alcanzado con los resultados de Rio 92 no se tradujo en una voluntad política para su puesta en práctica y el concepto de desarrollo sostenible sigue enfrentándose a graves obstáculos para su implementación. Ese es también uno de los objetivos de Rio+20: entender los obstáculos para la aplicación de lo que se decidió y definir caminos para realizar los cambios necesarios hacia un desarrollo sostenible que respete el medio ambiente, permita la inclusión social y el crecimiento económico. En cada una de las conferencias de la «familia» de conferencias sobre medio ambiente y desarrollo se ha registrado algún avance. En 1972 se logró la institucionalización y la capacidad de los estados para regular; en 1992, logramos un concepto desafiante, la movilización de la sociedad civil y fuimos testigos de la globalización del movimiento ecologista. Por ejemplo, ni Greenpeace ni WWF tenían aún una oficina en Brasil, y las abrieron después de Rio 92. En Rio+20 el balón está en el tejado de la economía, la economía de la inclusión combinada con la protección del medio ambiente.

¿Cuál debería ser el principal resultado de Rio+20?

Espero que Rio+20 signifique una importante renovación del compromiso internacional hacia el desarrollo sostenible, pero espero también que no sea meramente la reafirmación de los principios y resultados de Rio 92. Espero decisiones concretas que supongan un fortalecimiento del sistema multilateral y un impulso para adoptar modelos de desarrollo sostenible en las próximas décadas. En particular, creo en la construcción de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, un conjunto de metas que deban alcanzar todos los países, teniendo en cuenta sus niveles de desarrollo y características sociales, económicas y ambientales, en torno a temas esenciales del desarrollo sostenible, como la energía, los recursos hídricos, la seguridad alimentaria, la producción, el consumo, etc. También espero que se logre definir un órgano de gobernanza en el ámbito de las Naciones Unidas, que coordine y dé coherencia a las diversas acciones e iniciativas en torno al desarrollo sostenible, a través de un consejo o foro sobre desarrollo sostenible de Naciones Unidas. Por otra parte, es importante que Rio+20 decida fortalecer el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), con el fin de que se le otorgue la autonomía y la estructura política y financiera necesarias para enfrentar los grandes desafíos mundiales en la esfera medioambiental.

¿Qué opinión le merece el texto de base de Rio+20?

El texto que está a debate refleja los intereses, necesidades, prioridades y deseos de los casi 200 países. Esa es la razón por la que se le ha acusado de falta de foco y de ambición. Sin embargo, existen importantes puntos de consenso que debemos intentar aprovechar y en eso consiste la fase final del proceso, en que debemos centrarnos más en lo que nos une que en lo que nos separa. Antes era palpable que algunos países ni siquiera querían incluir algunos de los principales temas en la agenda de la negociación, pero ahora todos los países buscan un mayor consenso en torno a las cuestiones fundamentales de la conferencia. Hay que destacar el fortalecimiento de los debates y la propuesta en torno a la economía verde, de los objetivos del desarrollo sostenible y de cambios concretos en las estructuras de las Naciones Unidas para que estén en consonancia con el desarrollo sostenible. Los países tienen expectativas en torno a esos tres aspectos porque apuntan a una idea común internacional en torno a lo que queremos para el planeta para responder a los grandes desafíos mundiales.

¿De qué forma pueden el sector empresarial y la sociedad civil contribuir a la conservación del medio ambiente y al desarrollo sostenible?

Un cambio importante en los últimos 20 años ha sido la forma en que la sociedad civil, y el sector empresarial, han comenzado a influir en cómo se mueve el planeta. Hoy en día es innegable el papel de la sociedad civil y del sector empresarial en la construcción de un nuevo modelo de desarrollo con inclusión social y el crecimiento económico, con un uso sostenible y la conservación de los recursos naturales. Debates como el de los cambios en los patrones de producción y consumo pasan precisamente por la revisión de los modelos de negocio y sus relaciones con los ecosistemas y los derechos humanos. Las empresas tienen además su experiencia específica para responder de manera innovadora e inmediata a los cambios del mercado, y esa experiencia es fundamental en el momento actual. La sociedad civil, a través de sus organizaciones y movimientos sociales, ha avanzado en los debates sobre los tres ejes del desarrollo sostenible, algo que no siempre pueden lograr los gobiernos, presos en lógicas inmediatistas de resultados políticos y de principios de soberanía. Todo ese bagaje es muy importante para influir en la toma de posición de los países en los procesos intergubernamentales, los cuales, por desgracia, aún no incluyen adecuadamente el papel de los actores no gubernamentales. De hecho, ese es un objetivo que tenemos para Rio+20: poner de manifiesto los medios y formas más adecuados de participación de la sociedad civil en la toma de decisiones de los procesos multilaterales. Por otro lado, los cambios que queremos solo será posible si se lleva a cabo también en el campo de las decisiones individuales, por lo que es importante igualmente un gran proceso de toma de conciencia en torno a una ciudadanía planetaria. Otro punto que destacaría es la necesidad de establecer un diálogo con la sociedad de masas. Hemos aprendido en cierta medida a hablar con la sociedad civil organizada, pero no sabemos casi nada sobre cómo convencer a los consumidores de que, por ejemplo, necesitamos actitudes más cuidadosas para conservar nuestros recursos naturales, actitudes que en última instancia serán una condición fundamental para que podamos desarrollarnos y crecer en los próximos años. No existe un movimiento de masas en pro de la sostenibilidad. Yo destacaría ese reto.

¿Cuál es el papel de las economías emergentes —como los BRICS— en el impacto y las soluciones a los problemas ambientales?

Las economías emergentes surgen en un entorno geopolítico y ambiental muy diferente de aquel en que se fortalecieron las grandes potencias actuales. Los caminos seguidos en aquella época no tuvieron en cuenta las consecuencias de las prácticas adoptadas para el desarrollo ni sus impactos ambientales y sociales. Hoy en día ya no es posible pensar en un crecimiento económico sin reducción de la pobreza ni conservación del medio ambiente. Brasil ha sido uno de los países que ha mostrado en los últimos años cómo se puede hacer eso. Somos actualmente la sexta economía mundial, a la vez que avanzamos en la lucha contra la pobreza y en la reducción de las emisiones de los gases de efecto invernadero, responsables del calentamiento global, y estamos creando muchas más áreas de conservación que en años anteriores. Los BRICS tienen el desafío de demostrar cómo es posible avanzar manteniendo ese equilibrio y al mismo tiempo tienen el papel esencial de promover el fortalecimiento del multilateralismo para la promoción del desarrollo sostenible en todo el mundo. Otra cuestión importante es la importancia económica de financiar un nuevo desarrollo. Actualmente los bancos de desarrollo de China, Rusia y Brasil (el BNDES) están estudiando cómo construir fondos y flujos financieros que puedan fortalecer una cooperación Sur-Sur.

¿En qué medida es viable la estructuración de la llamada «economía verde»? ¿Sería también importante una «economía azul»?

El término «economía verde» es un concepto que se han disputado diversas fuerzas políticas, pero, francamente, el «color» no es lo que importa. Usted mismo ha hablado de «economía azul», imagino que para referirse a los océanos, al agua potable, así que en realidad la economía sostenible ha de verse desde diversos puntos de vista. Pero creo que el «verde» que se añadió es para hacer hincapié en la importancia del pilar medioambiental, es para que ciertos modelos de crecimiento no caigan en la tentación de producir un alto rendimiento social con un bajo desempeño ambiental. Creo que no debemos perder tanto tiempo con los conceptos, sino seguir adelante hacia una agenda pragmática. Brasil concibe la economía verde como un modelo económico que sea incluyente, con un vigoroso crecimiento económico que promueva la inclusión social en un escenario de bajas emisiones de carbono y de conservación de los recursos naturales. De esa forma, también incluye naturalmente la cuestión del agua y los océanos a que atañe la «economía azul». La economía verde es una idea que necesita herramientas, políticas robustas de exención de ciertas cadenas productivas y la retirada de incentivos para otras, por ejemplo. En Brasil se acaba de instaurar una política revolucionaria en sus métodos y objetivos: la Política Nacional de Residuos Sólidos. Esa política presupone la creación de una necesaria y fuerte economía del reciclado y la reutilización de materiales que antes se desechaban. está ahí, y eso también es economía verde. En general, sabemos que una economía verde debe producir menos carbono y usar menos materias primas escasas, raras o no renovables, pero la discusión de esa idea debe vincularse a las características y necesidades de cada país, para que cada país construya su modelo de economía verde según sus intereses nacionales, sin recetas ni modelos únicos. De la misma manera, otra forma de hacer ese análisis es revisar cómo se mide el progreso, de manera que existan indicadores como el producto interior bruto (PIB) que tengan en cuenta asimismo aspectos relacionados con la inclusión social y la conservación del medio ambiente.

Desde la perspectiva del acceso de los ciudadanos a los alimentos, el agua y la energía, ¿cómo deben ver los gobiernos y la sociedad el medio ambiente? ¿Cuál es la solución de futuro para la Amazonia, para Brasil y para América Latina?


La cuestión del «acceso» constituye uno de los grandes desafíos para el desarrollo sostenible. La producción de alimentos, el uso de los recursos hídricos y la generación de energía son las principales causas de los impactos ambientales, y uno de los grandes desafíos actuales es hacer posible que la población de todo el planeta tenga acceso a los alimentos, al agua y a la energía. Creo firmemente en la conciliación de esos objetivos, pero para ello se necesita una clara voluntad política y Brasil pretende, al respecto, ser protagonista de un modelo de desarrollo que promueva el crecimiento económico conciliándolo con la inclusión social y la conservación del medio ambiente. El futuro de nuestros bosques y de nuestra gente, de la Amazonia, de América Latina y de todo el planeta es el tema principal de Rio+20. Y Brasil es un actor relevante en ese juego de ajedrez. Esperamos lograr consensos para definir los caminos que respondan a los desafíos que se plantean para todos nosotros, sin excepción, porque humanidad no hay más que una y no podemos ignorar el callejón sin salida a que nos enfrentamos a tan corto plazo.
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